La epilepsia es un trastorno originado en el cerebro, y para comprender qué es, es útil pensar en el cerebro como el equivalente biológico de una computadora. Al igual que los componentes de ésta, las células cerebrales están conectadas unas con otras y se comunican entre sí mediante impulsos eléctricos pequeñísimos. Algunas veces, sin embargo, se presenta una descarga anormal de actividad eléctrica en el cerebro. El resultado físico visible es una crisis. Cuando esto le sucede a alguien una y otra vez, se dice que esa persona tiene epilepsia. Las crisis son intensas y rápidas descargas de energía eléctrica-biológica que dominan al cerebro durante períodos cortos.
Si el trastorno eléctrico abarca sólo una parte del cerebro, el resultado es lo que llamamos una crisis parcial. La forma más común es la que afecta al lóbulo temporal y a esto se le conoce como crisis parcial compleja. En estos casos, el niño puede sentirse mareado, confundido, enojado, ver manchas y oir campanitas; tironearse de la ropa y mover brazos y piernas sin propósito alguno, inconsciente de que está realizando estas acciones y de lo que le rodea. A menudo, al terminar la crisis no puede recordar que pasó.
Este tipo de crisis puede confundirse con algún trastorno emocional o con un problema mental distinto. Otro tipo de crisis parcial puede afectar la parte del cerebro que controla un grupo específico de músculos, ocasionando que se ponga rígido o se produzcan sacudidas como “tics”. Si el problema se ubica en el área del cerebro que controla las funciones automáticas vitales, el niño puede experimentar retortijones, palidez, náuseas, cambios en la velocidad del pulso, etcétera.
Cuando afecta al cerebro entero se trata de una crisis generalizada. Una crisis tónico-clónica generalizada es la que la mayoría de las personas identifica como epilepsia. Un niño con este tipo de crisis puede perder muy rápido la conciencia y caer rígido al suelo. Algunas veces el niño emite un ronquido prolongado como un gemido (aunque esto no significa que tiene dolor). Después todo su cuerpo empieza a sufrir sacudidas. El niño puede morderse la lengua o perder el control de su vejiga. Por lo general, después de 2 o 3 minutos (pero que parecen más) se detienen los movimientos convulsivos y en muchos casos el niño es capaz de volver a sus actividades normales después de un período de descanso.
Otra forma de crisis generalizada es la ausencia, que puede ser tan corta que pasa inadvertida. Al niño, simplemente se le ponen los ojos en blanco durante unos segundos, como si estuviera en un ensueño y luego continúa con lo que estaba haciendo antes. No realiza movimientos violentos con las piernas o los brazos, sin embargo, está inconsciente y sin responder. Aunque la crisis dure sólo unos cuantos segundos, puede ocurrir muchas veces al día si no se le da tratamiento.
Las crisis aquí descriptas son las que se observan con mayor frecuencia. Hay, no obstante, otros tipos de epilepsia. Su médico le hablará acerca de ellas.